Uniforme y guante utilizados por Epitacio La Mala Torres con los Sultanes de Monterrey en los años 40, así como medallas obtenidas en su fructífera carrera. El nativo de Villaldama, Nuevo León, hizo historia en la Liga Mexicana de Beisbol, labrando su nombre con letras de oro en los anales históricos del circuito.
Catalogado como el mejor jardinero derecho de todos los tiempos, el regiomontano fue una de los pocos peloteros estelares mexicanos que lograron codearse con las grandes figuras beisboleras de origen cubano y jugadores norteamericanos de color que tuvieron oportunidad de participar en el circuito veraniego en la llamada Época de Oro que distinguiera al beisbol mexicano en los años 40.
Su habilidad para fildear, su rapidez para deshacerse de la pelota y su precisión en los tiros a cualquiera de las bases le dieron glamour y lo convirtieron en uno de los grandes inmortales de nuestra pelota. Durante muchos años tuvo el más alto promedio de fildeo en la historia de la Liga Mexicana de Beisbol con .982 milésimas.
La Mala fue una institución en la franela regiomontana y con toda seguridad podemos decir que continúa siendo el máximo ídolo de los aficionados de la capital industrial de México. Zurdo para batear, La Mala fue una verdadera inspiración para los jóvenes peloteros de los regios, quienes trataban de emularlo sobre el diamante. Algo que se sigue recordando a través de los años, es haber sido el primer jugador de la Liga Mexicana de Beisbol en llegar a mil imparables, hazaña conseguida en la campaña de 1947.
La Mala hizo una sensacional carrera por alcanzar el millar, junto a su compañero, el también jardinero, Agustín Bejerano. La hazaña fue consumada el 12 de septiembre de 1947 en el Parque Delta capitalino frente al México. El regio tenía 997 hits al comenzar el juego, mientras que el reconocido cubano estaba estacionado en 999. Sin embargo, el gran ídolo regiomontano logró superarlo gracias a su formidable entrega sobre el terreno de juego. La Mala bateó tres imparables en el encuentro para llegar a la meta, mientras Bejerano era nulificado por la serpentina contraria. El mexicano hacía historia en nuestra pelota.
Más tarde se convertía también en el primero en llegar a 1,500 imparables. Al final de su carrera (1957) finalizó con 1,831 hits, en ese tiempo la mejor cifra de todos los tiempos. Otra de sus memorables actuaciones aconteció el 3 de agosto de 1954, en el Juego de Estrellas celebrado en la Sultana del Norte, resolviendo el encuentro con un batazo de jonrón, dando la victoria a los Mexicanos sobre los Extranjeros 1-0 en 10 trepidantes episodios.
Como parte complementaria de su carrera, La Mala jugó nueve temporadas en la Liga de la Costa del Pacífico, ocho con Mazatlán y una con Tijuana, conquistando el título de bateo en 1947-48, compilando .362 milésimas. En 1943 participó en el Campeonato Cubano con el Marianao, y fue firmado por los Senadores de Washington, pero nunca reportó.
Epitacio La Mala Torres ingresó al Salón de la Fama en 1964 junto a otros grandes del beisbol como Martín Dihigo, Lázaro Salazar, Ramón Bragaña, Angel Castro y Genaro Casas, glorias indiscutibles de nuestra pelota.
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